Sin lugar a duda, la nueva realidad que estamos atravesando ha dejado en evidencia que el modo de comunicarnos está siempre en constante cambio. Que evolucionan y aparecen nuevos canales para lograr transmitir las ideas, pero, ¿cómo ha de modificar esto los modelos concebidos de producción arquitectónica que hemos heredado?
En medio del confinamiento del 2020, se nos presenta una propuesta de trabajo. Un nuevo proyecto y obra a construir, que, además de los requerimientos básicos y necesarios para el cliente, debía ser posible de ser lograda a distancia, sin visitas de obra, sin contacto desde nuestro estudio con la empresa constructora ni con el personal, sin viajar, sin ver, sin tocar.
Es aquí que aparece la oferta de proyectar la sede de la empresa Regum en Santiago de Chile, lugar donde, en ese momento, las restricciones por la pandemia eran mayores y más estrictas que lo que eran en Montevideo.
Sin duda, y por primera vez, nos surgieron un montón de preguntas hacia los modos de proyectar la obra, antes que al proyecto en sí, dado que, aunque la arquitectura “se hace” donde sea, los procesos, medios y recursos varían según las circunstancias.
¿Cómo manejaríamos tiempos que no son los nuestros? ¿Cómo los entendemos, apropiamos y manipulamos a favor de la obra?, fueron algunas de las primeras preguntas en el equipo.
Con viento a favor, nosotros fuimos los diseñadores de Regum, entendemos sus lógicas, los conocemos. El cliente pretendía la misma sincronía que con el proyecto anterior; las mismas búsquedas espaciales, los mismos cuidados en los detalles, mantener la identidad.
Aparece entonces, un segundo estudio de arquitectos, Aiken arquitectura, en Santiago, como mediador de las tareas que nosotros no podríamos dirigir en sitio. Ellos visitarían la obra y pactarían las tareas con la empresa constructora que nosotros encomendábamos desde Uruguay.
Y con este plan, comenzó la obra, con extensas conversaciones sobre fotos, video llamadas desde el sitio en pleno proceso de montaje, múltiples reuniones virtuales entre los estudios, los asesores, subcontratos y clientes. Y planos que iban y venían ajustándose día a día.
Varias son las reflexiones y anécdotas que nos quedan tras esta experiencia de obra a distancia y se abren muchas interrogantes sobre cuáles serán las nuevas maneras de hacer arquitectura en el futuro y bajo qué tiempos y ritmos estaremos trabajando y proyectando.
Nuestro ejercicio de modificar algunos mecanismos de producción de arquitectura y alterar nuestros procesos y tiempos de pensamiento proyectual, tenían como gran finalidad el serle fiel desde el proyecto a la esencia de la empresa, y eso recién se pudo ver reflejado luego de entregar la obra.
Ivanna Bello.